SU HISTORIA

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UN POCO DE SU HISTORIA:

1. En el Mar Mediterráneo.

2. En el Mar Cantábrico.

3. Entrega y Compromisos.

1. En el Mar Mediterráneo

El 17 de marzo de 1926 fue botado en Palma de Mallorca el “Bon Temps”, un balandro de dos palos obra del carpintero de ribera Pedro Nicolau, por encargo de D. José Ponsa Soca, un industrial catalán del textil que se afincó con sus telares en la isla por las virtudes de la cáscara de almendras como combustible.

 El Bon Temps fue inscrito en el Registro como un dos palos de 11,25 m. de eslora, 3,25 m. de manga y 12,39 toneladas de Registro Bruto.  Estaba equipado con un motor San Martín de 15 HP. 

Durante diez largos años, D. José Ponsa disfrutó de la navegación de crucero por las islas, siendo uno de los pioneros de esta actividad.  La guerra le sorprendió en la vecina isla de Menorca, pero el mismo 18 de julio de 1936, D. José zarpó de Mahón con destino a Palma acompañado por su sobrino Manuel de Lete y el Patró Biel.

No pudieron llegar ni a la Isla del Aire: un submarino republicano los interceptó y los remolcó de vuelta a Mahón, donde el Bon Temps permaneció atracado durante toda la guerra.

Manuel de Lete, en edad militar, fue reclutado y D. José y Biel se instalaron con algunos enseres en una cueva de Villa Carlos. En un día de tedio, Biel informó a D. José de que se volvía a casa. El industrial desistió de acompañarlo.

Biel, un marinero nacido en Sa Calobra, curtido en la guerra de Cuba, donde las ratas llegaron a roerle los callos mientras dormía, se hizo a la mar en un bote de remos que no paraba de hacer agua, con rumbo a la isla de Mallorca.

Lo consiguió; el tiempo y alguien más le acompañó, si bien su gesta no le sirvió para recalar en la isla como un héroe.  Seguía remando hacia Palma, pasado el través de Cala Ratjada, cuando una patrullera franquista le dio por espía.  El Patró Biel pasó el resto de la guerra en la cárcel.


l Bon Temps frente a las costas de Bizkaia

En 1939, D. José Ponsa cedió el uso del barco a su sobrino Jaume Ponsa, que pasó a ser su armador en 1947 a la muerte de D. José.

Entre 1939 y 1945, el motor del Bon Temps fue precintado a causa del racionamiento, lo que no fue obstáculo para que Jaume Ponsa navegara durante los meses de verano por todo el archipiélago balear con la vela como único propulsor.  

En aquellos años, la compañía del Patró Biel fue transcendental; de él aprendió Jaume Ponsa las virtudes y defectos de todas las calas de la isla, su entrada, su salida, su fondo y su borneo.  La vida del crucero era muy diferente, había que llevar gallinas enjauladas para tener carne fresca, si no pescaban no era fácil obtener alimentos en tierra.  De Ibiza zarparon una vez a causa del hambre, pues la pesca en sus costas estaba más que mal por la depredación de sus fondos a base de explosivos.

Por aquellos años, no se sabe bien cuándo, se sustituyó el motor San Martín original por un Ford y un Penta, uno a cada banda.  Estos dos motores le dieron más potencia, pero lo hicieron casi ingobernable en puerto.

A principios de los años cincuenta, la fabricación de redes en Mallorca sufrió un duro revés al decretar el Gobierno un impuesto especial por la tenencia de Moreras, provocando una tala general de esta especie en toda la isla.  La fábrica de seda de los Hermanos Ponsa tuvo que cerrar, y el Bon Temps entró en declive por falta de recursos económicos.  Biel de Sa Calobra dejó de navegar.

En 1955, Jaume Ponsa decide explotar el barco comercialmente y lo convierte en uno de los primeros cruceros turísticos de la bahía de Palma, obteniendo de la Inspección de Buques permiso para el transporte de 40 personas. Sorprende esta cifra para esta eslora, no cabe duda de que los criterios de seguridad de entonces eran otros. La experiencia no funcionó.

En 1957 llegó a España el esquí náutico a través de la celebración de un Campeonato del Mundo en aguas del Puerto de Arenys de Mar, patrocinado por el célebre Felix Escalas. El Bon Temps no fue ajeno a esta nueva moda, y ese mismo año recaló durante 15 días en el puerto de Cabrera, con la recomendación que daba una caja de puros y una botella de palo en aquella base militar, llevando a remolque una lancha, “La Chata”, equipada con un flamante Evinrude de 50 HP.

Los actuales gestores del Parque Natural de la isla se sorprenderán cuando sepan que las primeras boyas que se fondearon en el puerto fueron las que caló el Bon Temps para montar un “slalom” de esquí náutico.

Todo empezaba a cambiar, los habitantes de los pueblos pesqueros de la costa comenzaban a ver negocio en el servicio a los yates.

 En Porto Petro, “Madó” Bárbara lavaba la ropa de cama del Bon Temps y para plancharla se sentaba un rato encima de la colada doblada. 

Los primeros reactores de la aviación española, los F-86, con base en Palma, se entretenían haciendo pasadas a vuelo rasante sobre la naciente flota de recreo.

En 1961, D. Jaume Ponsa vende la mitad del barco a Rossend Riera Sala, y con su aportación se inicia una importante restauración, sustituyendo los dos motores de gasolina por un diesel marca Barreiros de 60 HP.

La reforma se inicia en los astilleros Ballester de Palma de Mallorca, situados junto al Club Náutico, y finalizó con el cambio de la cubierta de teca en los astilleros García de Barcelona.  Se incorpora un molinete por primera vez y se retoca el aparejo, la mesana pasa de cangreja a triangular y se recorta el botalón, perdiéndose un foque.

 Se puso una zapata a la quilla lastrada y se retiró el lastre interior de entre las varengas.  La cocina de carbón de encina fue sustituida por una Primros de gasolina.

En aquel año, el Bon Temps trasladó su base de invierno de Palma al Real Club Náutico de Barcelona.

En 1971, el Barreiros de 60 HP se cambió por un Kelvin de 44 HP, que todavía perdura.

La propiedad del Bon Temps pasó en 1976 a manos de D. Jorge Maciá Mas-Bagá, y en 1978 a D. Francisco Gozalbo Catalán, quien se lo vendió en 1982 a Dª Isabel Gutiérrez Turrión.  Ella trasladó y matriculó al Bon Temps en el puerto de Santander.

Dos imágenes del Bon Temps en los años 70 dedicado al Charter en el Mediterráneo


2. En el Mar Cantábrico

En 1982 Doña Isabel Gutiérrez Turrión compra el barco en Barcelona y se lo lleva a Palma de Mallorca. Después de una breve estancia, se acondiciona el barco para hacer chárter, una actividad novedosa todavía a principios de los 80. A pesar de las dificultades que sus propietarios tuvieron con la administración, el barco estuvo finalmente listo para esta empresa. Sin embargo las cosas no funcionaron, decidiéndose trasladar el barco a Ibiza y desde allí poner rumbo a Santander.

Iniciada la travesía, empezaron a apreciarse fallos en el motor por lo que tienen que entrar en el puerto de la localidad de Santa Pola. Después de ser revisado el motor parte de nuevo, pero los problemas continúan debiendo entrar en la localidad de Garrucha (Almería). Los mecánicos intentan repararle pero muy al contrario acaban por destrozar el motor definitivamente.

En esta situación, sin existir piezas de este tipo de motor y sin posibilidad de continuar viaje por motivos de trabajo, el Bon Temps queda fondeado en esa localidad por un tiempo en lo que se intenta encontrar una solución. Lo que parecía que iba a ser uno o dos meses acaba siendo un año entero durante el cual el velero permanece en esta localidad.

Al final se encuentra a un capitán que accede a trasportar el barco hasta Santander, sin motor. Su única condición es que lo desea hacer en solitario. De esta forma y aprovechando los vientos de levante sale de Gibraltar navegando rumbo Oeste, venciendo a la corriente del Estrecho y a las averías.

Durante muchos días Isabel y Ángel, sus propietarios, no tuvieron ninguna noticia de su velero, no sabiendo cómo iban las cosas. Durante dos días el Bon Temps estuvo a la capa con un temporal frente a Cabo Mayor muy cerca de su destino. Sin embargo no se comunicó por radio con Santander ni pidió ayuda pues de hacerlo “se enteraría mucha gente”, comentaría este marino más tarde. De esta guisa, paseando un día por la playa de la Magdalena, Isabel y Ángel vieron un barco fondeado dentro de la bahía de Santander, frente a esa playa, que “se parecía mucho a su barco”….. es que era su barco. Subieron al barco y se encontraron a su capitán dormido.

A partir de esa fecha el Bon Temps y la bahía de Santander se convertirán en dos imágenes hermanadas.

Los problemas con el motor se solucionaron, no sin antes desmontarle, y pedir las piezas del motor Kelvin a Glasgow, que al final fueron traídas en mano por un amigo inglés admirador del barco. Desde este momento el velero empieza a navegar con normalidad.

Además de las salidas de fin de semana, todos los años Isabel y su esposo, acompañados de amigos y aficionados a la navegación, realizan cruceros por la costa Cantábrica, pasando a ser un barco familiar en muchos de estos puertos del mar Cantábrico.

Al empezar estos cruceros, nunca se sabía hacia dónde se navegaría. Se dejaba al viento que tomara la decisión, si Nordeste hacia Occidente y si Noroeste hacia Oriente.

A Poniente fueron a San Vicente de la Barquera, Ribadesella, Lastres, Cudillero, Gijón, Luarca, etc… localidades muy frecuentadas durante estos últimos veinte años. A Levante, Santoña, Laredo, Bermeo, Anchobe, Lekeitio, Motriko, San Sebastián, San Juan de Luz y otras muchas localidades estuvieron en la ruta habitual de las travesías del Bon Temps.

Muchas son las anécdotas vividas durante este tiempo. Algunas derivadas de la propia navegación como aquella en la que entrando en Tina Mayor en la localidad de Pesués, y debido al poco calado, tuvieron que ser aconsejados por los pescadores de aquel sitio del único lugar donde debían fondear. En otra ocasión su ancla quedó atrapada por una cadena usada como muerto para las boyas en el puerto de Anchobe, debiendo un marinero de un velero inglés bucear y librar el ancla del Bon Temps para espectáculo de los “contraalmirantes de muralla” de aquella localidad.

En dos ocasiones el Bon Temps ha encallado en estas costas. Una en el puerto de San Vicente de la Barquera y otra frente a la playa de Pechón, corriendo grave peligro cuando su ancla empezó a garrear, teniendo que emplear una segunda mientras esperaban la pleamar.

Otras situaciones que su patrón Isabel recuerda con cariño fueron las vividas en Cudillero y San Sebastián. En la primera de ellas una pareja de la Guardia Civil observó que el barco enarbolaba bandera española pero que tenía nombre “francés”, lo que les pareció muy sospechoso… no sabemos de qué. Esto les condujo a pedir a unos pescadores su barca para acercarse al Bon Temps e interrogar a sus ocupantes. Al final no encontraron nada raro, salvo quizás su propia presencia en un velero clásico.

En San Sebastián ocurrió que, habiendo mucha mar y estando fondeados a una boya, pidieron permiso para atracar dentro del puerto. Al no haber sitio disponible, les permitieron atracar en el muelle de la gasolinera, a pesar del engorro que suponía esto para las embarcaciones que iban a repostar. Durante este tiempo el Bon Temps permaneció atracado a la gasolinera, nadie protestó (quizás porque lo bello nunca está de más).

Algunos de los problemas y pequeñas roturas vividas en estos años se han resuelto rápida y satisfactoriamente gracias a esta colaboración tan generosa, que en una ocasión llevó a un vasco a coger la botavara de la mayor al hombro y llevársela a su taller a arreglarla devolviéndola de la misma forma (lo normal es que este palo de 6 metros sea manejado por dos personas).

Fue a raíz de su primera participación en la regata Gitana de buques clásicos y de época, cuando sucedió otra de esas historias que en un barco de 75 años son ya casi cotidianas. Estando el Bon Temps atracado en Club de las Arenas, llegó el Encargado de otorgar el rating al Bon Temps, miembro del comité internacional de regatas. Para sorpresa de éste, vio que era el barco en el que había navegado de niño, ya que su mujer era sobrina del primer armador D. José Ponsa. No podía creerlo. En otra ocasión, fue el hermano de la mujer de Ponsa, que también había navegado de niño y de joven en el barco, el que vio el Bon Temps por televisión y vino a Santander a verlo. Fueron unos momentos muy emocionantes.

1. Entrega y compromisos

En diciembre de 2001, Dª Isabel Gutiérrez Turrión entrega ante notario (D. Ernesto Martínez Lozano) el barco velero Bon Temps a la Asociación Villas del Cantábrico con las siguientes

 condiciones:

  • La asociación Villas del Cantábrico se compromete a realizar una rehabilitación de dicho buque de tal forma que esta embarcación quede en perfectas condiciones para cualquier tipo de navegación.
  • La Asociación Villas del Cantábrico se compromete a gestionar y mantener dicho velero en perfectas condiciones para convertirse en un buque escuela con un uso público y social, accesible a todos, y participando con él en acontecimientos culturales y deportivos como símbolo y referencia de Santander y Cantabria.

Fundación Villas del Cantábrico, Museo Marítimo del Cantábrico, San Martín de Bajamar s/n., 39004 Santander

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